Unos arácnidos con relaciones familiares que van más allá de lo moral son protagonistas de una vida efímera y sin un final feliz
El instinto hace que abras los ojos, te encuentras dentro de
lo que parece ser un huevecillo. Miras tus extremidades, eres un ácaro macho
del género Adactylidium que te encuentras aún dentro de tu
madre. Ésta se encuentra aferrada al huevo de un pequeño insecto llamado tisanóptero,
del cual se alimenta. No estás solo, hay ocho huevecillos más, todos ellos
tienen en su interior a tus hermanas. En poco tiempo todos rompen el huevo, pero aún permanecen dentro del
cuerpo protector de su madre, de la cuál se alimentarán hasta que salgan al
mundo. No hay mucho tiempo, tienen que crecer y comienzan a devorar a su madre
desde dentro, la van matando lentamente pues, ella sabe que ese es su destino.
Han crecido lo suficiente, ya son adultos y ha llegado el momento de
reproducirse, de preservar la especie de la cual formas parte. Fertilizas a tus
hermanas. De tu madre solo queda un caparazón vacío que, aún continúa dándoles
protección, pero no por mucho tiempo. Deben salir todos. Tus hermanas ya
fecundadas se alejan siguiendo su propio camino, están en busca de otro huevo
de tisanóptero del cual se alimentarán ellas y la progenie que llevan adentro para repetir el ciclo que
realizó tu madre. ¿Y tú? Tu vida es corta, quizá demasiado corta. Ahora tienes
que morir pues ya cumpliste tu cometido como ácaro. No hay más para ti, mueres a las pocas horas. Despierta. Despierta. La pesadilla ha terminado.
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