Entre los pasillos fríos y sombríos de la abadía de Westminster,
en Londres, se encuentran sepultados, entre los difuntos monarcas ingleses, una
gran cantidad de hombres notables e ilustres para el Reino Unido. Entre ellos,
un hombre cuya ciencia revolucionó las creencias de la humanidad y cuya teoría
es continuamente refutada, negada y contra argumentada fieramente hasta
nuestros días: la teoría de la evoluci ón.
Desde el 19 de abril de 1882 descansan en esta iglesia gótica, contra su voluntad, los restos
del autor del Origen de las especies:
Sir Charles Darwin. Sin embargo, puede que su asesino aún siga suelto.
Sí, un asesino. Pues podemos imaginar que entre sus ropajes, durante su viaje en el Beagle, Darwin pudo toparse con este sigiloso asesino, lo que pudo haberle costado la vida años más tarde. Probablemente ambos se hayan encontrado en un clima muy diferente al londinense y tal vez la historia pudo haber ocurrido mas o menos así:
El desierto de Atacama es el desierto más árido del mundo. Allí solo llueve una vez cada cuatrocientos años y su paisaje es tan inhóspito que la NASA (National Aeronautics and Space Administration) prueba sus vehículos en este lugar antes de que estos sean enviados a la superficie de la Luna o Marte. El calor es abrazador durante el día y tal vez los 45ºC puedan parecer pocos, pero la humedad ambiental que no supera el 18% eleva la sensación térmica hasta parecer el mismísimo infierno. Lo que claramente contrarresta con los 25ºC bajo cero, que se puede alcanzar en las noches de este desierto del norte de Chile.
Desierto de Atacama, Chile (Imagen: Wikipedia) |
En los días de junio de 1835, pleno invierno en el Cono Sur,
Darwin escribió en su diario: “Hemos
atravesado muchas colinas; el espectáculo era muy interesante por el variado
color de las montañas que a lo lejos distinguimos. Da lástima ver brillar el
sol constantemente en un país tan estéril; un tiempo tan hermoso debería ir
siempre acompañado de tierras cultivadas y lindos jardínes. Al día siguiente
llegamos al valle de Copiapó…”. Esta descripción no es la más halagüeña de
un lugar rocoso donde el sol bruñe las montañas para otorgarnos un mágico
espectáculo de colores y donde tal vez allí ocurrió el encuentro con aquel
criminal.
Puede que una de esas frías noches intentara arroparse con cualquier zarape, o “poncho” como se llama por esas tierras, para protegerse del implacable hielo del desierto; y allí, entre los tejidos, pudo estar “aquel” del que hablamos. Un insecto de repudiable fama y que ha sido señalado por la comunidad científica como uno de los plausibles culpables de la muerte del naturalista Charles Darwin, la “Vinchuca”.
Triatoma infestans |
Pero esto va más allá de los malos modales sobre la mesa ―pésimos higiénicamente hablando― pues la Vinchuca, o chinche besucona como le llaman en algunos otros lados, lleva camuflado en el interior de sus heces un mortal protozoario conocido científicamente como Trypanosoma cruzi, que es causante de una enfermedad llamada el Mal de Chagas.
A medida que Darwin y su empresa avanzan al norte de Chile, hacia Iquique, el naturalista describe ―con cierta repugnancia― como las chinches pasan de ser planas a esféricas cuando se alimentan de su sangre. Quien, como buen hombre de ciencias, seguro se dejó picar más de alguna vez para observar el fenómeno. Y es allí donde podemos especular que el protozoario pudo invadir el cuerpo del naturalista inglés.
Una vez en su interior, este organismo hace de las suyas, comienza a infectar cada célula replicándose en su interior para luego infestar la sangre con su presencia. Sin embargo el sistema inmunológico hace su jugada y durante años puede mantener a raya la infección y la inflamación de los tejidos. Con el tiempo, el sistema inmunológico se hace más débil, ya que sus células no pueden multiplicarse a la misma velocidad, y entonces el enemigo gana terreno. Inflama los tejidos, de los cuales el muscular y subcutáneos son los más afectados. El tejido muscular del corazón también es atacado. Las células infestadas comienzan a destruirse y a liberar más parásitos al torrente sanguíneo. Ya no hay mucho que hacer.
Distribución del Género |
El asesino, culpable de quitarle la vida a uno de los más
grandes y revolucionarios hombres de la ciencia moderna, ni siquiera está vivo
para ver a su victima sufrir. Pero toda su descendencia, producto del el
exquisito manjar que degustó, seguro aún está libre y dispersa desde México
hasta Chile.
Ciclo de vida del Protozoario |
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