lunes, 16 de julio de 2012

Zumbidos delatores



Entomología forense, una ciencia contra el crimen. Foto: Natural History Museum


El 8 de julio de 2003, la noticia sobre el asesinato de dos mujeres y tres niños, uno de tan sólo seis meses de edad, dentro de su casa en Bakersfield, California, conmocionó a Estados Unidos. Las primeras hipótesis señalaban a un posible asesino en serie, sin embargo, la ausencia de Vincent Brothers, esposo de una de las víctimas y padre de los menores, centró sobre él las sospechas

Coartada perfecta
Demostrar que había liquidado a su familia no sería sencillo: en el momento de la matanza Brothers estaba de visita con sus familiares en Ohio, a más de 3,700 kilómetros de distancia. No obstante, la policía había encontrado en su pasado antecedentes de violencia doméstica y, en ese momento, el matrimonio pasaba por momentos difíciles. En 2004 la fiscalía decidió acusarlo. De acuerdo con ellos el hombre habría volado hasta Ohio para luego regresar a Bakersfield en un auto rentado, asesinar a su familia durante el fin de semana y regresar la noche del lunes.

Brothers lo negó todo. Recibos de compras realizadas con su tarjeta de crédito, llamadas desde su celular y la declaración de sus hermanos corroboraron que no había salido de Ohio. Sin embargo algo no encajaba: el auto rentado que usó durante esos días acumuló el kilometraje necesario para ir y volver de California. Aunque se trataba de una pista fuerte, no era prueba suficiente para atraparle; tendrían que demostrar que Vincent Brothers había viajado al oeste, lo cual sin testigos era casi imposible. No obstante, la fiscalía los tenía; para ser exactos contaba con un radiador lleno de ellos.

Polizontes en el auto
La entomóloga Lynn Kimsey. Foto: Kathy Garvey / UC Davis
Durante su viaje, Brothers había reunido una gran cantidad de insectos y la encargada de tomarles declaración fue Lynn Kimsey, entomóloga de la Universidad de California en Davis y directora del Museo de Entomología Bohart. Sus más de 30 años de experiencia le permitieron identificar la procedencia de cada uno de los bichos hallados en el automóvil del acusado de acuerdo a los patrones de distribución que tienen cada uno de ellos.

La presencia de saltamontes del género Xanthippus corallipes –los cuales habitan en el oeste de Estados Unidos– y de especímenes de la avispa dorada de papel, Polistes Aurifer –muy abundante en el centro de California y al norte de México–, además de algunos tipos de chinches originarias de Texas, California y Utah definieron el caso: ante la evidencia, la familia de Vincent aceptó que no lo habían visto durante el fatídico fin de semana. Él les había prestado su teléfono y tarjetas. Pese a que el parricida no se declaró culpable, gracias al uso de técnicas de entomología forense, Brothers pudo ser enjuiciado y sentenciado.

Nauseabundo banquete
De acuerdo con el entomólogo del departamento de Criminología, Derecho y Sociedad de la Universidad de Florida, Jason H. Byrd, la entomología forense refiere al uso de artrópodos –como insectos y arácnidos– relacionados con cadáveres para resolver investigaciones judiciales. Para ello estos especialistas deben conocer a detalle los hábitos de la llamada entomofauna cadavérica, aquellos insectos que, atraídos por los gases de la putrefacción, se pueden hallar con regularidad en los cuerpos.
Moscarda de la carne
Se trata de un singular banquete donde cada comensal tiene bien definida su hora de entrada y salida, por lo cual, la secuencia puede ser predecible. Es así como los ‘caza insectos’ determinan datos como la fecha de muerte –intervalo postmortem– con gran precisión; sólo tienen que ver quiénes siguen en la mesa. Si son dípteros, orden que incluye a insectos como la Chrysomya albiceps, un tipo de mosca de colores metálicos, probablemente el cadáver será reciente, pues son los primeros en oler la materia animal muerta; se ha demostrado que pueden detectarla hasta a 63 kilómetros de distancia. Otras especies necrófagas son los sarcofágidos, como las moscardas de la carne, y diversos tipos de coleópteros como los escarabajos enterradores.

El desfile continúa con las especies depredadoras y parasitarias; las omnívoras, que se alimentan de las larvas de los dípteros y de los demás animales que han colonizado el cuerpo y por último las especies incidentales, que también pueden aportar datos a la investigación.

El mensaje de las moscas
El uso de bichos para resolver crímenes no es nuevo. El registro más antiguo data del 1235 d.n.e. y narra cómo un investigador chino logró dar con un asesino utilizando moscas, las cuales fueron atraídas por los restos de sangre impregnados en el arma homicida. No sería sino hasta mediados del siglo XIX que el mundo volvería a interesarse seriamente por la información que estos animales pueden proporcionar. En esa época el francés Louis François Étienne Bergeret (1814-1893) se hizo famoso por resolver casos criminales con la ”ayuda” de insectos. Uno de los más conocidos fue el del bebe hallado tras un muro de yeso. Mediante el análisis de los restos de bichos determinó que su muerte databa de varios años atrás, lo que liberó de ser enjuiciados a los entonces ocupantes de la casa.

Precisamente, el campo de acción más prolífico para la entomología forense, es la determinación de la fecha de muerte de una persona tal y como hizo Bergeret en 1855, sobre todo en casos donde el estado de descomposición es tan avanzado que otras técnicas forenses son obsoletas. Pero no sólo eso, también es útil para establecer el lugar del crimen cuando los cuerpos son trasladados. Para ello se hacen registros de fauna de determinadas latitudes, lo cual, como en el caso de Brothers, ayuda a precisar el itinerario que el sospechoso ha seguido, o en el lugar de origen de un cadáver.

  Gail S. Anderson Foto: fass.sfu.ca
A través de la entomofauna también se puede encontrar sustancias como medicamentos, drogas o toxinas presentes en el cuerpo de las víctimas antes de su fallecimiento, o cuándo fue hecha una herida. La entomóloga canadiense Gail S. Anderson puede conocer esto al analizar las concentraciones de huevecillos o larvas de dípteros en el cuerpo. Además de alimentarse, estos insectos buscarán dejar sus huevos, para lo cual prefieren colonizar los orificios naturales como ojos, oídos, nariz y garganta. Sin embargo, explica Anderson, una herida les parece más atractiva: “Una amplia actividad de gusanos en el pecho y las palmas de la manos, junto a una menor en el rostro, puede indicar la existencia de una puñalada, y quizá, un intento de la víctima para defenderse”.

El mismo principio es usado para revelar casos de maltrato físico en ancianos o niños. Un proceso reciente fue el del estadounidense James Austin encargado de cuidar a su madre Aida, de 71 años. El sospechoso permitió que las llagas de la anciana, producidas por permanecer sentada durante casi cinco meses, se le infectaran con gusanos; literalmente se la estaban comiendo viva. El análisis entomológico estableció que al menos habían pasado dos semanas desde que los insectos invadieron la carne de Aida. La sentencia para James Austin será dada a conocer el 7 de agosto de 2012, y podría enfrentar hasta 15 años de prisión por negligencia criminal.

Cuerpos de prueba
Cuando los entomólogos analizan algún cadáver, deben recolectar especímenes de presentes en él, lo cual sin duda es una tarea poco agradable. De acuerdo con el doctor Roberto Flores Pérez, del Colegio de Postgraduados Campus Montecillo, si el cuerpo está en sus primeras fases de descomposición sólo se hallarán uno o dos tipos de insectos dípteros, pero si está muy deteriorado albergará toda una comunidad con varias generaciones de las que tendrán que determinarse la especie y grado de desarrollo de las larvas, así como el ciclo de vida de cada bicho. 

Bichos en acción. Barrett Klein 2005. Foto: John C. Abbott
Hay más aún. Factores como la humedad, el ambiente o la altitud deben ser tomados en cuenta, pues podrían modificar los resultados. Incluso el que un cuerpo esté vestido o desnudo, enterrado o al aire libre, en agua o mutilado, puede ser terminante. Por ello, la sucesión de insectos de la escena del crimen debe ser comparada con otros patrones de secuencia en condiciones similares.

Por ejemplo para saber cómo se sucederían los diferentes tipos de insectos en un cuerpo enterrado en fango, los investigadores utilizan cerdos blancos de alrededor de 20 kilos. Con ellos recrean las circunstancias en las que el cadáver fue localizado, pues su descomposición es muy similar a la de un cuerpo humano real.

Ahora bien, también pueden recurrir a alguno de los cinco complejos de antropología forense localizados en Estados Unidos, conocidos de forma coloquial como las ‘granjas de cuerpos’. La mayor de ellas, perteneciente a la Universidad del Estado de Texas, posee alrededor de siete hectáreas repletas de cadáveres humanos en los que se estudian los procesos de descomposición bajo condiciones específicas; éstos en definitiva, representan un verdadero paraíso para los entomólogos forenses quienes pueden estudiar a sus preciados bichos, en su medio ‘natural’.

Para saber más:

A Fly for the Prosecution: How Insect Evidence Helps Solve Crimes, de Madison Lee Goff; Harvard University Press, 2000.

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