martes, 9 de octubre de 2012

¿Eres religiosa?


Es una noche apacible. El viento, la luna, la vegetación todo se conjuga para crear un escenario de tranquilidad y armonía. Pero en lo más profundo de la noche, allá donde las pasiones y la muerte encuentran su sitio en el mundo, está a punto de desatarse una tormenta.

Foto: Igor Siwanowicz
Sobre la frágil rama de un arbusto da inicio el enfrentamiento. Dos Mantis religiosa machos se encuentran frente a frente. En sus ojos se reflejan la imagen del rival. Valiéndose de sus dos pares de patas traseras, avanzan uno hacia el otro, la tensión aumenta y ya no hay nada que los pueda detener. Muestran el par de patas delanteras recogidas hacia el tórax, en una actitud paradójica de oración, pero en esas patas delanteras se esconden unas espinas dispuestas a sujetar cualquier presa…. o enemigo que esté cerca. ¡Y en un movimiento vertiginoso proyectan sus armas hacia el contrincante! ¡Zas!, sólo fue un instante, pero el suficiente para que uno de ellos quedará atrapado por las patas del otro y unos segundos después, comienza a ser devorado, lentamente y sin ninguna posibilidad de escape. La pelea ha terminado y sólo hay un vencedor.

Pero la vida en su constante girar quita oportunidades a algunos mientras se las otorga a otros. El vencedor puede jactarse de su victoria, pero únicamente ha ganado una batalla más no la guerra por la supervivencia. La vida involucra a un gran número de seres que están buscando sus propias oportunidades en cualquier parte, en cualquier situación. La oportunidad ahora es para una araña tigre perteneciente al género Argiope, quien ya tendió su trampa, su telaraña para obtener alimento, que bien podría ser un insecto como la Mantis religiosa. Una trampa infructuosa o quizá insuficiente para capturar a un insecto que ya probó las mieles del triunfo.

Éste sobreviviente tiene una nueva oportunidad en otro de los tantos giros de la vida. Ha percibido las ferómonas de una Mantis religiosa hembra y es movido por ese impulso innato de la procreación. Se reconocen por medio de sus antenas y en un movimiento el macho ha quedado en posición para depositar el espermatóforo que contiene espermatozoides en el interior de la hembra. Irónicamente el vencedor de mil batallas sucumbe ante la decisión de la hembra de devorarlo después de la cópula, un hecho poco frecuente en la naturaleza, pero que ha ocurrido.

La hembra continúa… la descendencia es importante…. la muerte también. Y la vida amanece con una nueva carga de expectación y de nuevas oportunidades para todos.

Compartir

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites More