Algo está apunto de suceder, el viento ha dejado de soplar, las ranas y los grillos han dejado de cantar. Entre la hojarasca la tierra comienza moverse, como si alguien desde adentro quisiera salir a toda costa. Poco poco comienza asomarse una extremidad, seguida de una silueta que lucha por desprenderse del suelo mientras que con balbuceantes quejidos anuncia su despertar. Es el primero de miles que saldrán, prisioneros de su instinto, no tienen voluntad, ansiosos de alimentarse nada los detendrá, son los muertos vivientes, los zombies, los no vivos.
¿Se imagina estimado lector una noche de brujas o una película de terror en la que no aparezcan estos monstruosos personajes? Los zombies siempre han causado sensación entre los vivos y han presentados algunas variaciones desde su primera aparición en el cine por la década de 1930, donde el zombie regresaba al vida mediante vudú y hechicería o los muertos vivientes, de lento andar presentadas por George Romero en el clásico de 1968 La noche de los muertes vivientes, hasta los no muertos que corren y atacan en frenéticas hordas como se muestran en las sagas de Exterminio y Resident Evil.
Una característica de los muertos vivientes, además de su deseo por ingerir cerebros, es la de no tener voluntad, deambular sin motivo aparente hasta que se encuentre en su camino alguien de quien alimentarse. Aunque todo esto es ficción, en el mundo de los bichos se presenta una relación muy peculiar entre un hongo parásito y su víctima, pues como nos narra Gerardo González Núñez en su artículo El zombificador, donde el hongo literalmente convierte a su víctima, que puede ser cualquier insecto, en un "zombie".
Es así como continuamos apreciado lector con nuestro especial de Halloween, esperando que sea de su agrado, lo invitamos a que nos acompañe, pero tenga cuidado, esté atento y dispuesto a correr, que por estas fechas los muertos suelen aparecer.
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